20 May 2007

Chiva, Cuete y Cacharro (Parte 2)

Para un “tecato” la casualidad y la heroína son el pan de cada día, su rostro dibuja una sonrisa incrédula y segura de sí mientras lucha por mantener una cara escurridiza en el sudor del medio día; los párpados caídos, la voz arrastrada, el constante cabeceo, un rostro relajadamente triste y fino, agrietado por el sol.
Martina siempre se queja de dolores, los demás acostumbrados a sus lamentos han pasado de la conmiseración al desinterés, nadie le hace caso. Todos cuentan anécdotas de ella, le dicen sin recato "la bruja", nadie sabe a ciencia cierta si lo es, aunque tampoco nadie niega su parecido a las devotas de los aquelarres. Se dice de ella que se atiborra de piedrecillas el cabello como si fuesen piojos, quizas para entretenerse mientras espera al bueno. Otros comentan que suele subirse a los urbanos a pedir limosna hasta que la gente se harta del mismo cuento; se dice que es bueno el performance, desde lágrimas hasta jalones de pelo -toda una catarsis- y aunque fuese verdad lo que dice en el parloteo sobre sus tres hijos abandonados, y su cuerpo roto y hambriento, toda la ganancia la destina a la chiva. Dicen que hace fortuna retozando de alegría con su gramo o sus papeles - “eso si, nunca te deja abajo...”- continuará.
Algunas situaciones y nombres han sido modificados de su esencia real, sin embargo, la trama es verdadera.

1 comment:

Anonymous said...

Tururu, como olvidarla, chingona descripcion, como siempre Sr. Conti. Ya me siento maliya, como la "Alicia", porque por desgracia la memoria corporal solo eso recuerda, el placer, en cambio, tiene que ejercerce, a pico, punta rabiosa, guacala que rico.