Haipo o Tecato es como se les llama también en Sonora a los usuarios de Heroína.
Lo que logra ver el transeúnte en ellos es su atrevimiento en el vestir bajo los cánones de una gala ropavejera: camisas de manga larga -independientemente del clima- y pantalones roídos por los grillos y el tiempo; nadie podrá negar que son tercos en su manera de ser hasta la saciedad, expertos en conseguir lo que tanto desean, cosa fina.
La semblanza en sus rostros es solo una parte de la historia, un gesto con dos caras a la vez, el de la tristeza y el de la felicidad el ícono del teatro... de la crueldad acaso.
Lo que logra ver el transeúnte en ellos es su atrevimiento en el vestir bajo los cánones de una gala ropavejera: camisas de manga larga -independientemente del clima- y pantalones roídos por los grillos y el tiempo; nadie podrá negar que son tercos en su manera de ser hasta la saciedad, expertos en conseguir lo que tanto desean, cosa fina.
La semblanza en sus rostros es solo una parte de la historia, un gesto con dos caras a la vez, el de la tristeza y el de la felicidad el ícono del teatro... de la crueldad acaso.
Al vecino le invade el temor después del fisgonéo, lo que provoca ver un rostro tan pálido con aureolas marcadas orbitando alrededor de los ojos... los ojos de la muerte que se posa... tus ojos.
Se les ve a ratos ansiosos y hábiles en el talón; a ratos moribundos, haciéndose agua en el “moquito de la muerte”, resfriados, febriles; otros ratos tan coquetos y en la gritona haciendo alarde con la estrofa y el verso propios del argot: “Que le vamos a asar si es puro hueso”.
Se congregan en bandas que saben en el fondo que la carga nunca se compartirá, quizás entonces no haya amistad más sincera cuando solo se comparte -sin hablarlo jamás- la pena... y la soledad para abatirla.
Más vale pues, arreglárselas por uno mismo para entrar y salir de este “dulce infierno”.
Se les ve a ratos ansiosos y hábiles en el talón; a ratos moribundos, haciéndose agua en el “moquito de la muerte”, resfriados, febriles; otros ratos tan coquetos y en la gritona haciendo alarde con la estrofa y el verso propios del argot: “Que le vamos a asar si es puro hueso”.
Se congregan en bandas que saben en el fondo que la carga nunca se compartirá, quizás entonces no haya amistad más sincera cuando solo se comparte -sin hablarlo jamás- la pena... y la soledad para abatirla.
Más vale pues, arreglárselas por uno mismo para entrar y salir de este “dulce infierno”.
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